Rubén Márquez
Editor - TriviaDurante los últimos meses es probable que hayas escuchado hablar de la burbuja de la IA en más de una ocasión. Para un mercado absolutamente obsesionado con la nueva tecnología, la posibilidad de que vuelvan a repetirse escenarios como el ocurrido con el auge de internet o la vivienda podría ser catastrófico para ese negocio, y es precisamente por eso que nombres como Mark Zuckerberg o Sam Altman han empezado a poner la tirita antes de que llegue la herida en modo control de daños.
Para entender mejor hasta qué punto estamos cerca de ese límite autoimpuesto por el mercado, de ese momento en el que toda la atención en el negocio de la IA, que no en sus posibilidades, se viene abajo; lo mejor es acercarse a conceptos que todos entendemos o conocemos. Es difícil estar al día del valor de mercado de OpenAI, pero casi cualquiera conoce a Coca-Cola, el negocio de McDonald's o el mítico juego de la silla que jugábamos de niños.
La burbuja de la IA y el juego de la silla
Para saber a qué nos referimos cuando hablamos de la burbuja de la IA, lo mejor es acercarse a ese último concepto. Aunque lo conozcas por otro nombre, el juego de la silla es universal. Hay una serie de sillas colocadas en el centro de una sala y no hay suficientes para que todos los que juegan puedan sentarse en una. Mientras suena la música, los participantes se mueven como locos intentando conseguir la suya para que, cuando pare la música, puedan estar lo suficientemente cerca de una para evitar ser uno de los que se queda de pie.
El equivalente de la burbuja de la IA al juego infantil pasaría por repetir el mismo proceso, pero en esta ocasión estaríamos jugando a oscuras, moviéndonos de forma ansiosa alrededor de las sillas que no controlamos con claridad para que, cuando se pare la música, se encienda también la luz. Al hacerlo, se descubre que no sólo sí hay sillas para todos, sino que además sobran muchas más de las que preveíamos. De repente, la locura alrededor de quedarte con una silla desaparece, las ansias se difuminan por completo y, a grandes rasgos, el juego deja de despertar interés.
El problema con la IA es que ahora mismo estamos a oscuras. Podemos intuir que va a resultar útil a muchos niveles, pero no sabemos con certeza cuál será su adopción final o hasta qué ámbitos salpicará. Sabemos también que es una tecnología cara, que la inversión en centros de datos, procesamiento y uso de la nube está obligando a las compañías a saltar de una ronda de inversión a otra para poder costearla. Pero por encima de todo ello, no sabemos hasta qué punto puede resultar rentable.
La cosa no va sólo de generar interés, eso es evidente que está ocurriendo, sino de demostrar hasta qué punto la gente está dispuesta a pagar lo suficiente para costear la trituradora de dinero en la que se ha convertido el negocio de la IA. Si los ingresos por usuario no son capaces de cubrir ese margen, si cuando se enciende la luz hay más sillas vacías que personas, los inversores dejarán de meter dinero con el entusiasmo que lo están haciendo ahora.
Coca-Colas y McDonald's
En entender en qué punto estamos de ese juego de la silla está gran parte de la gracia. Es justo ahí donde entran dos marcas tan conocidas como Coca-Cola y McDonald's. Sabemos cuál es su negocio y, por supuesto, cuál es su poder en el mercado actual y hasta dónde llega su influencia. Son marcas más que establecidas, con presencia alrededor del mundo y con una cantidad exorbitante de ventas y beneficios. Nadie en su sano juicio dudaría o menospreciaría el éxito de ambas compañías.
Sin embargo, para entender hasta qué punto esos dos gigantes son lo que son, puede que la mejor forma de acercarse a ello sea el propio mercado bursátil. En el caso de Coca-Cola, su meteórico ascenso durante los últimos años ha elevado a la marca hasta un valor de 288.510 millones de dólares. En el de McDonald's, por su parte, el valor es de 211.940 millones de dólares. No es poca cosa, desde luego, pero es evidente que va de la mano de todo lo que han conseguido.
Ahora saltemos al otro lado y miremos a la empresa de moda: OpenAI. Gracias a ChatGPT, Sora y el resto de soluciones de IA que han ido presentando durante los últimos años, son muchas las empresas que han querido sumarse a su juego de la silla, invirtiendo dinero en asegurarse un asiento cuando pare la música y se cierren las luces. Aunque no cotiza en bolsa, las rondas de inversión privadas que se van sumando a la fiesta marcan un precio para la valoración de la compañía. Uno que, a 2 de octubre de 2025, equivalía a 500.000 millones de dólares. Por si las mates nunca han sido lo tuyo, la valoración actual de OpenAI equivale a sumar Coca-Cola y McDonald's.
Dos empresas consagradas, con beneficios claros y una evidente penetración en el mercado a múltiples niveles. En menos de una década, OpenAI ha conseguido no sólo superar, sino doblar el valor de dos gigantes con decenas de años de historia, y todo sin saber hasta qué punto podrá recuperar todo lo invertido o si la gente estará dispuesta a pagar el precio suficiente para seguir costeando sus operaciones. Si Mark Zuckerberg o Sam Altman hablan de una posible burbuja es porque, en ese juego de la silla, son los que más claro tienen cuántas sillas quedan.
Imagen | Besandreevich en Midjourney
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