Cuando en 1993 DC decidió matar a Superman en un impresionante y perfectamente bien orquestado plan narrativo que tenía tanto de épico como de comercial, mi yo de 11 años se llevó un buen berrinche. No sé cuántas veces leí aquel tomo, con la chapa conmemorativa puesta en la camiseta, repasando una y otra vez las páginas de aquel tebeo en el que Superman recibía una tremenda paliza hasta que, finalmente moría en brazos de Lois Lane. Pues eso, un berrinche monumental. Pero no me puse ni la mitad de triste que cuando unos años antes leí otro cómic, La Muerte del Capitán Marvel. Y es que este superhéroe de Marvel cómic, mucho menos conocido que Superman, perdió la vida luchando contra un enemigo mucho peor que Juicio Final (Doomsday), un enemigo al que no sé podía vencer con los puños ni con inteligencia ni con poderes cósmicos: el cáncer.
Un cómic pionero y sorprendente
Publicado en 1982 por Marvel Comics como parte de su flamante línea de Marvel Graphic Novels, La Muerte del Capitán Marvel (The Death of Captain Marvel) fue escrito y dibujado por Jim Starlin, gran arquitecto de la división cósmica de Marvel, con la colaboración del legendario Steve Englehart en el guion de algunos episodios previos. Starlin, conocido por sus épicas espaciales y su trabajo en personajes como Adam Warlock y Thanos, volvió su atención a Mar-Vell, el primer Capitán Marvel de la editorial, un guerrero kree que había elegido proteger la Tierra frente a su propio pueblo.
Incluso Thanos aparece como guía hacia la muerte, subrayando que incluso el enemigo más temible reconoce la magnitud de la pérdida
Desde el primer vistazo, la obra se diferenció de los cómics habituales. La edición estaba en formato europeo, con páginas de mayor tamaño y papel de calidad brillante, buscando un público adulto dispuesto a pagar el precio de cinco dólares con noventa y cinco centavos, que en la época era una pequeña fortuna a pagar por un tebeo (550 pesetazas en Marzo 1984 en la edición de Fórum para España). Una inversión considerable en su momento, pero que valía la pena por la historia que contenía. Este cómic no era un simple enfrentamiento entre superhéroes y villanos, sino una reflexión sobre la mortalidad, la resignación y la pérdida, un tema que pocos títulos de Marvel se habían atrevido a explorar con semejante profundidad.
La historia detrás de la muerte
La narrativa comienza con Mar-Vell notando síntomas leves, como tos y cansancio. Los kree también pueden acatarrarse, ¿no? Lo que para cualquier lector podría parecer un simple resfriado pronto se revela como algo mucho más grave: el héroe ha desarrollado cáncer a consecuencia de la exposición a un gas cancerígeno liberado durante un enfrentamiento con el villano Nitro, en el número 34 de su propia serie. Lo irónico y trágico es que sus propios poderes, los nega-bandas que le otorgaban fuerza, vuelo y resistencia, impedían que cualquier intento de curar su enfermedad fuera efectivo. Una cruel paradoja: la fuente de su poder se convierte en parte de su condena.
Durante los días que le restan de vida, Mar-Vell hace balance de su existencia, despidiéndose de amigos y aliados, y aceptando la inevitabilidad de su muerte. Entre los visitantes se encuentran héroes y villanos, todos rendidos ante su legado. Incluso Thanos, el titán loco, aparece no como antagonista, sino como guía hacia la muerte, subrayando que incluso el enemigo más temible reconoce la magnitud de la pérdida. La forma en que Starlin construye esta última etapa de Mar-Vell es tan impactante como humanamente reconocible: la muerte no llega con explosiones ni revelaciones sensacionalistas, sino de manera silenciosa, inevitable y profundamente emotiva.
La humanidad en el cómic
Uno de los aspectos más destacados de La Muerte del Capitán Marvel es la manera en que refleja la reacción de los personajes secundarios de la trama. Spider-Man, por ejemplo, atraviesa lo que podría llamarse un bloqueo emocional: incapaz de asumir que un héroe tan poderoso pueda morir de manera tan mundana e inevitable, su desesperación y tristeza resultan palpables para el lector. Es un momento de identificación para cualquier joven lector, que se da cuenta de que incluso los héroes tienen límites y vulnerabilidades, y que la muerte es innegociable.
La obra logra transmitir que la grandeza de un héroe no reside únicamente en su fuerza, sino en la dignidad con la que enfrenta lo inevitable. Starlin maneja esto con un uso impecable del silencio: páginas completas sin texto, en las que el colorista Steve Oliff complementa la narrativa con tonos que acentúan el peso emocional de cada escena. La experiencia de lectura se convierte en un ejercicio de empatía, donde cada gesto de los personajes es una despedida.
EL legado del Capitán Marvel
Entre los elementos más comentados de la obra se encuentra la representación del cáncer como enemigo real, tangible y cruel. La enfermedad de Mar-Vell no se resuelve con una explosión final ni con un plan brillante de un genio científico. De hecho, la historia plantea un cuestionamiento doloroso para la comunidad heroica: ¿por qué no se había hecho algo para curar el cáncer antes? Tantos grandes científicos e ingenieros, Reed Richards, Hank McCoy, Tony Stark… Ni siquiera la magia del Doctor Extraño sirve de ayuda en este combate definitivo para Mar-Vell. Este reflejo de la realidad, donde la ciencia lucha por hallar soluciones a enfermedades devastadoras, añade una dimensión de realismo y gravedad al cómic que pocas veces se ve en historias de superhéroes.
No son pocos los lectores y fans de Marvel de mi generación que recuerdan esta historia como una de las más significativas de su vida
Otro detalle relevante es que, a diferencia de otras muertes de personajes en el universo Marvel, la de Mar-Vell ha permanecido (relativamente) definitiva, aunque en la pasada década Marvel jugueteara con la idea de resucitar al personaje en un par de ocasiones, tal vez con un ojo puesto en los acontecimientos del UCM. Han existido momentos de "resurrección" o apariciones fantasmales, pero nunca ha vuelto al mundo de los vivos de manera definitivo, algo que honra el legado del personaje y que de alguna manera parece seguir siendo una línea roja para la editorial. Tal como está el patio, hay que aplaudir integridad de la editorial, ya que respetar esta decisión subraya la lección central de la historia: la muerte es el momento definitivo, y definitorio, de toda existencia. Así el legado de un héroe no depende de su supervivencia física, sino de las acciones y valores que dejó atrás, y el de una editorial de cómics, el de respetar y mantener su propia integridad narrativa y respetar el trabajo de sus autores y artistas. O así debería ser.
Jim Starlin hizo del Capitán Márvel el gran héroe cócmico de Marvel tras la mítica Era Lee-Kirby
La obra como pionera de los cómics maduros
La Muerte del Capitán Marvel fue un ejemplo temprano de cómo los coloridos cómics de superhéroes podían tratar temas adultos, complejos, duros y emocionalmente impactantes. En el contexto de 1982, Marvel buscaba diferenciarse con su línea de graphic novels, ofreciendo historias de gran formato, con calidad de impresión superior y contenido pensado para un público más maduro. Junto a títulos como Dios ama, el Hombre Mata de los X-Men o Daredevil: Amor y Guerra de Frank Miller y Bill Sienkiewicz, la muerte de Mar-Vell se consolidó como un referente de cómo los cómics podían explorar la vulnerabilidad, el duelo y la mortalidad de manera seria y respetuosa sin abandonar la consistencia narrativa de su universo de ficción.
El impacto no fue inmediato en términos de ventas masivas, pero sí en la conciencia de los lectores y en la percepción de lo que un cómic de superhéroes podía alcanzar. Muchos fans comprendieron que el género no estaba limitado a peleas interminables o giros espectaculares, sino que también podía ofrecer experiencias profundamente humanas. Una vez más Marvel supo jugar como nadie la idea que hace grandes a sus personajes, que es la humanidad inherente de todos ellos. ¿Y qué hay más humano que morirse, aunque seas un kree?
Decenas de años después, La Muerte del Capitán Marvel sigue siendo un referente obligado cuando se habla de muertes significativas en los cómics. No son pocos los lectores y fans de Marvel de mi generación que recuerdan esta historia como una de las más significativas de su vida. Su crudeza y madurez contrastan con otras pérdidas más recientes, donde la resurrección casi inmediata de los personajes ha restado gravedad a sus muertes. Mar-Vell murió de una manera que pocos héroes han experimentado: por enfermedad, rodeado de respeto y cariño, dejando un ejemplo de dignidad y resiliencia.
Incluso los héroes más poderosos pueden sucumbir ante lo que ningún poder puede derrotar
En términos narrativos, el cómic también sirvió como modelo para explorar la muerte de los héroes de manera reflexiva. En una industria donde los reseteos, los What if? y las resurrecciones instantáneas son la norma, la obra de Starlin se mantiene como un recordatorio de que la muerte debe ser algo significativo.
Para cualquier lector joven o adulto que se acerque a este cómic hoy, sigue siendo un golpe de realidad y emociones fuertes. Nos recuerda que incluso los héroes más poderosos pueden sucumbir ante lo que ningún poder puede derrotar, y que la verdadera inmortalidad reside en la forma en que nuestras acciones y nuestra integridad son recordadas. Jim Starlin, con La Muerte del Capitán Marvel, no solo creó un cómic, sino un monumento a la humanidad y a la reflexión que todavía resuena cuarenta años después.
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