En Toledo, cientos de mujeres del medievo se cansaron de vivir como siempre, así que decidieron convertirse en beguinas

En Toledo, cientos de mujeres del medievo se cansaron de vivir como siempre, así que decidieron convertirse en beguinas

  • El feminismo tiene muchos más años de los que creemos, pero se conocía con otros nombres

  • La idea de princesas y mujeres que nos ha vendido Disney era muy distinta

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Rubén Márquez

Editor - Trivia
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Rubén Márquez

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Tendemos a pensar que los movimientos feministas son algo propio de nuestra sociedad actual y que, como mucho, podrían arrastrarse hasta el movimiento sufragista de mediados del 1800. La realidad es que, de una forma u otra, el empoderamiento de la mujer lleva acompañándonos con mayor o menor fuerza desde que el tiempo es tiempo. De todos ellos, puede que el más llamativo de todos sea el que, en plena Edad Media, tuvo una particular explosión en Toledo y, cerca de allí, también en Ajofrín. 

Pese a la arraigada idea de las princesas recluidas en castillos y la falta de derechos de las mismas se han colado en el imaginario colectivo, en gran medida por lo empujado por la cultura pop en forma de cuentos Disney, allá por el siglo XII surge un movimiento inusual. Mujeres que, cansadas de casarse con Dios o con un hombre, decidieron seguir otra alternativa lejos del patriarcado de la época.

Otra forma de vivir en la Edad Media

Aunque se desconoce cómo nació el movimiento o por qué terminó conociéndose con ese nombre, a principios del siglo XII nace en Flandes un nuevo estilo de vida, el de las beguinas. En aquella época la mujer tenía sólo dos opciones, o elegían casarse con Dios y volverse monjas bajo votos de castidad, pobreza y obediencia al clero de su región, o hacían lo propio con un hombre para quedar relegadas a cuidar del hogar y dar hijos a sus maridos. 

Lo de que no hubiese más alternativas generaba un problema entre quienes no querían casarse por las razones que fueran, quienes no tenían ninguna intención de sumarse a esos votos, quienes se habían quedado viudas y, no por último pero no por ello menos importante, quienes no encontraban pareja porque las Cruzadas a las que partían los hombres y no volvían estaban dejando la balanza demográfica hecha un desastre.

Es entonces cuando, sin una salida capaz de convencerlas, empiezan a surgir grupos de mujeres que encuentran una tercera vía. Vivirán juntas y sin hombres, trabajarán para mantenerse apoyándose en la industria textil sin un patriarcado que gestione sus beneficios, y romperán por completo con los modelos de creencia religiosa para dar forma a una espiritualidad propia y laica, sin votos ni control del clero. 

La poca información que ha trascendido sobre ellas, porque la historia la escribían otros y la persecución posterior terminó con el movimiento, cuentan que las beguinas terminaron viviendo juntas y sin hombres, ya fuese en casas, hospitales, o incluso en complejos más extendidos que daban forma a calles y comunidades femeninas. De allí podrían entrar y salir a voluntad sin nadie que les controlase, y también hacer lo que creyesen necesario para colaborar de forma financiera, ya fuese con el textil, educando niñas o incluso cuidando a enfermos y ancianos. No terminó bien. 

La falta de hombres deriva precisamente en una respuesta inusual para la época. Los primeros documentos sobre el fenómeno hablan de un modelo de vida cristiana ejemplar, de hecho, pero cualquier intento de regulación para convertirlas en otro estilo de monjas choca contra un muro. Ella son beguinas y quieren seguir como tal, y de hecho lo consiguen hasta convertirse en cerca de 250.000 en algunas regiones y según algunos historiadores. Pero llegado el momento, algunos empiezan a ver esa autonomía como algo peligroso. 

De las beguinas de Flandes a las beatas de Toledo

Sin una orden masculina que las controle, a partir del siglo XIII empiezan a perseguir sus textos y su forma de vida, hablando de herejía, quemando libros en plazas públicas y, en 1310, incluso quemando en la hoguera a una de sus mayores exponentes por no querer escribir en latín y defender esa autonomía pese a la insistencia de la Inquisición. 

La constante persecución termina haciendo no sólo que menos mujeres se sigan sumando al modo de vida beguina, sino que al extenderse por el resto de Europa también lo haga con la sombra de la duda, lo que lleva a una transformación que, en el caso de España, las beguinas den forma a un concepto mucho más reconocible por estos lares, el de las beatas. 

Puede que los beaterios nacidos en Toledo te trasladen a otra idea, y que pienses en El Beaterio de la Vida Pobre o el de las Beatas de la Reina como un monasterio más, pero pese al cambio de nombre su modo de vida era el de las beguinas. Era una forma de evitar las connotaciones negativas que llevaba consigo el nombre. 

El caso de Ajofrín, cerca de Toledo, es precisamente el mejor ejemplo de la manipulación a la que le movimiento se vio sometido. María de Ajofrín era una beguina que rechazó el matrimonio y quiso seguir a Dios a su manera, pero como a la iglesia le interesaba llevarse el caso a su terreno, la historia que conocemos de ella viene de los confesores que la reescribieron para adaptarla a sus intereses y canonizarla. 

María de Ajofrín quería escribir sobre su vida, rechazar las vías patriarcales que imponía el mundo de su época, compartir las bondades de un espacio femenino lejos de los cauces habituales, y convertirse en una voz espiritual para el resto. Lo que quedó, en cambio, fue una forma de reinterpretar su visión hacia algo que resultase útil para la iglesia y, de la misma forma que ocurrió con el resto de las beguinas, el feminismo detrás de su mensaje se fue apagando poco a poco. 

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