Hace tiempo que no encontraba un cómic que me atrapara de principio a fin con la intensidad de Silent Jenny, la novela gráfica de Mathieu Bablet publicada originalmente en Francia por Rue de Sèvres y que acaba de llegar a España de la mano de Nuevo Nueve. Esta obra, con su narrativa postapocalíptica y una potente reflexión sobre el colapso ecológico, ha logrado algo que ni siquiera Peter Jackson consiguió con la película Mortal Engines: convertir un mundo devastado y extraordinario en un fenómeno que no solo atrapa al aficionado, sino que deja una marca indeleble en la imaginación.
Bablet, que ya se había consolidado como un nombre imprescindible del cómic de ciencia ficción contemporáneo con títulos como La Belle Mort (2011), Shangri-La (2016) o Carbone & Silicium (2020), vuelve a demostrar su capacidad para combinar una narrativa envolvente con un diseño gráfico impresionante. Silent Jenny son 312 páginas en gran formato donde cada viñeta refuerza el mundo devastado que Bablet construye pagina a pagina de la mano de un grupo de personajes que poco a poco van calando al lector, un futuro arrasado por el cambio climático donde los insectos polinizadores han desaparecido y la humanidad sobrevive en opresivas ciudades de chatarra y en enormes estructuras móviles conocidas como "mónadas".
Un viaje postapocalíptico entre ciencia y nostalgia
La protagonista, Jenny, es una bióloga que trabaja para la corporación Pyrrhocorp, y su misión es recuperar las últimas trazas genéticas de las abejas con la esperanza de clonarlas y restaurar la polinización. Este objetivo científico se convierte, sin embargo, en una metáfora de la nostalgia y la identidad perdida: reconstruir el pasado resulta imposible, y lo que realmente necesita la humanidad es aprender a inventar un futuro nuevo. La historia de Jenny se despliega a través de paisajes áridos, cielos opresivos y comunidades móviles que reflejan la desesperanza y, al mismo tiempo, la resiliencia de quienes buscan un sentido a la civilización en medio del caos.
Hacía muchos años que no terminaba de leer un tebeo y punto seguido lo empezaba otra vez
En una entrevista concedida a Le Monde, Bablet explicaba cómo los lectores franceses han adoptado a Jenny como un símbolo de resistencia y reflexión ante la crisis climática y la precariedad de los ecosistemas. El cómic se ha convertido en un fenómeno entre los aficionados del cómic, no solo por su dibujo minucioso y su estilo personal, sino por la forma en que plantea preguntas muy importantes sobre nuestra relación con la naturaleza y la tecnología de una manera natural y elegante. La verdad es que cuando empiezas a leer Silent Jenny no entiendes gran cosa de lo que está pasando, pero no has llegado a la mitad del tomo y ya te sientes como si llevaras años errando por los páramos en busca de abejas.
Comparaciones inevitables
Resulta casi imposible hablar de Silent Jenny sin pensar en Mortal Engines, la adaptación cinematográfica de la saga de Philip Reeve dirigida por Christian Rivers y producida por Peter Jackson. Ambas obras comparten una premisa similar: sociedades en movimiento que sobreviven en un mundo devastado. En Mortal Engines, las ciudades tractoras aplican lo que se llama "Darwinismo Municipal", en als que las ciudades grandes como Londres se comen a otras ciudades más pequeñas, un lucha móvil por el desierto que legitima la depredación de comunidades menores, mientras que en Silent Jenny, las mónadas articulan comunidades móviles para sobrevivir a la desaparición de a la esterilidad de la tierra a la descentralización de la sociedad.
La miniaturización permite explorar mundos subatómicos llenos de conflictos, sociedades y misterios
Sin embargo, la diferencia clave está en el enfoque. Mientras Mortal Engines dramatiza la depredación urbana y la lucha por el poder en un mundo postguerra, Bablet centra su narrativa en la ecología y la ética de la supervivencia: la movilidad no es hegemonía, es necesidad. La película, con un presupuesto cercano a los 100 millones de dólares y una recaudación global de unos 83,7 millones, fue un varapalo para Jackson, que pretendía crear toda una saga de películas pero que se quedó en la primera entrega, demostrando que la épica steampunk no siempre encuentra su público. Por el contrario, Silent Jenny ha triunfado entre los lectores gracias a la combinación de humanidad, melancolía y urgencia ecológica. Eso, y que es un tebeo que te engancha: hacía muchos años que no terminaba de leer un tebeo y punto seguido lo empezaba otra vez.
Genealogía de mundos móviles
La saga literaria de Maquinas Mortales de Philip Reeve, que sirvió de base para la película, nos presenta un mundo postapocalíptico donde, tras la "Guerra de los Sesenta Minutos", las ciudades montadas sobre colosales orugas cazan a otras. La ideología del "darwinismo Municipal" enfrenta a las ciudades tractoras con la Liga Anti-Tracción del Este, estableciendo un conflicto social, cultural y ecológico que resuena con las mónadas de Bablet: ambas narrativas exploran cómo sociedades fragmentadas y en movimiento reorganizan el poder y la vida cotidiana. Son ideas fascinantes, pero en realidad tienen otro antecedente literario.
Un mundo invertido de Christopher Priest, es una novela de 1974 algo olvidada, pero que constituye un antecedente crucial en la ciencia ficción sobre ciudades móviles. Priest imagina un entorno hostil, deformado, protagonizado por una enorme ciudad que vaga sobre raíles por un mundo destruído y donde detenerse implica la muerte de toda la población. Su ciudad sobre raíles obliga a la movilidad constante, una metáfora de supervivencia y control que se refleja en las mónadas de Bablet y en las ciudades de Reeve. Silent Jenny dialoga con estas obras, pero añade un vector ecológico: la movilidad no es un imperativo político ni militar, sino una respuesta al colapso ambiental y a la desaparición de especies clave. Donde en otras obras esta movilidad es siempre una huida hacia adelante, en Silent Jenny es una búsqueda de la esperanza en un futuro mejor para las pequeñas comunidades y la libertad frente a las grandes corporaciones.
Explorar lo microscópico: de Silent Jenny a Hombre Hormiga
Hay otra idea en este cómic que me fascina: Una de las conexiones más fascinantes de Silent Jenny es la incursión de la protagonista en el mundo microscópico: la búsqueda del ADN perdido de las abejas convierte la historia en un viaje subatómico que recuerda a otros clásicos del cine y la literatura. Obras como Un Viaje Alucinante (Fantastic Voyage, 1966) o El Chip Prodigioso (Innerspace, 1987) comparten la misma fascinación por la miniaturización como herramienta narrativa para explorar lo desconocido, tanto en el cuerpo humano como en la estructura de la sociedad. Incluso en Hombre Hormiga: Quantumania (2023), el descenso a escala minúscula funciona como un dispositivo para hablarnos de identidad, el poder y el riesgo, elementos que también son centrales en la historia de Jenny.
En este sentido, Silent Jenny no solo se inscribe en la tradición del viaje alucinante, sino que también dialoga con el imaginario de los Micronautas, la línea de juguetes de Mego transformada en epopeya de cómic por Marvel a finales de los 70 y principios de los 80. En todas estas historias la miniaturización permite explorar mundos subatómicos llenos de conflictos, sociedades y misterios, un territorio que Bablet revisita desde un enfoque muy contemporáneo. Incluso la serie de novelas Los Micronautas de Gordon Williams (que escribió también Perros de Paja, ojo ahí) deja sentir su influencia en Silent Jenny, aunque sean unos libros de aventuras de finales de los 70 prácticamente desconocidos.
A partir de estos referentes, el éxito de Silent Jenny reside no solo en su argumento, sino también en la manera en que Mathieu Bablet articula lo visual con lo narrativo. Sus paisajes desolados, cielos cubiertos y estructuras móviles transmiten una sensación de opresión y melancolía, mientras que las escenas microscópicas conectan al lector con una percepción casi íntima del colapso biológico del planeta y una experiencia que tiene algo de lisérgica. La novela gráfica funciona como una advertencia ecológica, una reflexión sobre la pérdida y la muerte y, a la vez, una invitación a imaginar alternativas.
Bablet continúa la tradición de la BD francesa de anticipación, heredera de autores como Moebius y Bilal, pero añade un enfoque contemporáneo: la desaparición de los polinizadores se convierte en metáfora de un planeta que se ha vuelto inhóspito, y el silencio de las abejas resuena con el silencio interior de Jenny, atrapada entre la ciencia, la desesperación y la responsabilidad. Este equilibrio entre estética, narrativa y reflexión ética es lo que convierte a Silent Jenny en un hito dentro de la novela gráfica de ciencia ficción reciente.
Mathieu Bablet demuestra una vez más que el cómic es un vehículo para la reflexión, la emoción y la experimentación visual
Lo que hace especial a Silent Jenny en su enfoque de estos temas es su capacidad para articular la nostalgia por lo perdido con la innovación científica. Mientras Jenny busca ADN para revivir las abejas y recuperar la polinización en la Tierra, las novelas de Reeve y Priest exploran la arqueología del pasado, las reliquias tecnológicas y las ciudades en movimiento como metáforas de un mundo que se reconstruye constantemente. Bablet, prefiere mirar al futuro. El pasado no dejó nada bueno y es mejor centrarse en el día de mañana. Y a estas alturas es muy difícil hablar de un futuro para la humanidad sin el componente ecológico que falta en otras obras similares anteriores: las colonias móviles y la miniaturización no son solo un recurso narrativo y un recordatorio de que nuestra supervivencia depende de respetar y comprender la naturaleza, además son la manera con las que Mathieu Bablet humaniza a sus protagonistas.
Esta preocupación por el avance de la sociedad, por explorar mundos dentro de mundos, sirven para replantearse lo que significa sobrevivir, adaptarse y reconstruir la civilización en espacios que escapan a la percepción cotidiana. Por si fuera poco Bablet también nos habla de cómo aquellos más jóvenes, que no han conocido una mundo anterior al desastre, tienen una percepción distinta de las circunstancias, enfrentados a grandes dificultades pero libres del trauma de la nostalgia y la pérdida. Silent Jenny, de manera elegante y adulta, retoma un buen montón de ideas de la ciencia ficción y lo combina con una crítica ecológica y social potente que invitan a una profunda reflexión existencial. La naturalidad con la que lo logra es tremenda.
Silent Jenny, un cómic imprescindible
En definitiva, Silent Jenny es mucho más que una novela gráfica de ciencia ficción postapocalíptica. Es una obra que conecta con décadas de literatura y cine sobre ecología, sociedad, microcosmos, espiritualidad y reconstrucción del pasado, superando incluso a fenómenos anteriores como Máquinas Mortales, tanto en los libros originales como en su fallida adaptación cinematográfica. Mathieu Bablet demuestra una vez más que el cómic es un vehículo para la reflexión, la emoción y la experimentación visual, y que un viaje al mundo microscópico puede ser tan épico como recorrer ciudades tractoras devoradoras.
Silent Jenny (Label 619)
Para quienes buscan lecturas que desafíen la imaginación, una ruta recomendable podría empezar por Un mundo invertido de Christopher Priest, y luego darle una buena lectura a Silent Jenny, tal vez escuchando la banda sonora creada con la participación del autor para acompañar la experiencia. Es un recorrido por la ciencia ficción que une movilidad, miniaturización y ética, un recordatorio de que los mundos cambian, y nosotros con ellos, y que el arte puede enseñarnos a mirar incluso lo más pequeño con asombro y responsabilidad. Silent Jenny es, sin duda, uno de los cómics más estimulantes que he leído en mucho tiempo, un testimonio de cómo la ciencia ficción no solo debe ser un espejo de nuestra realidad, también un catalizador para imaginar posibles soluciones.
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