Chema Mansilla
Editor - Cine y TVSi creciste en los años 80 y sobreviviste, es casi imposible que no recuerdes a Michael Knight y su inseparable compañero: KITT, el coche parlante. El Coche Fantástico (Knight Rider para los angloparlantes) no solo fue una serie de televisión que marcó a toda una generación, sino que también consolidó la imagen de un vehículo con inteligencia artificial capaz de pensar, hablar y hasta tomar decisiones. Para los niños de entonces, KITT era el héroe tecnológico que siempre respondía con sarcasmo, adelantándose a los problemas y salvando a su conductor en situaciones extremas. Si no le has hablado a tu reloj de pulsera pidiendo que KITT viniera a buscarte a la puerta del cole, no has tenido infancia, chaval. Sin embargo, mirado desde el prisma actual, algunas de las ideas que la serie planteaba son mucho más inquietantes de lo que nos podíamos imaginar entonces.
La serie de moda que hoy no se vería
En su momento, El Coche Fantástico era innovadora, emocionante y entretenida. Como protagonista estaba David Hasselhoff, que gastaba pelazo y una chupa de cuero de lo más molona. La premisa era simple: el ex-espía y luego ex-policía Michael Knight trabaja para una organización secreta llamada FLAG (Foundation for Law and Government), cuyo objetivo es proteger a los ciudadanos. El nombre de la empresa de marras no podía ser más siniestro, ya véis por dónde va el tema. Lo acompañaba KITT, un vehículo equipado con tecnología avanzada capaz de conducirse solo, analizar situaciones y tomar decisiones complejas. Era negro, tenía unas luces alucinantes en el morro y era la estrella de la serie. Los telespectadores aceptaban estas ideas con entusiasmo, porque el resultado era espectacular: persecuciones imposibles, gadgets futuristas y un coche que podía hablar, un concepto que, hoy en día, resulta simpático más que realista. Y con "simpático" quiero decir que no la vería nadie, porque los gustos de la gente han cambiado…
Si analizamos la serie con ojos del siglo XXI, es evidente que ciertas premisas serían difíciles de aceptar. La idea de que la seguridad de los ciudadanos dependa de individuos al margen del control democrático o de corporaciones opacas es inquietante. Una locura, ¿verdad? KITT era leal a Michael Knight, sí, pero ¿y si esa tecnología se aplicara sin filtros éticos ni transparencia en la vida real?
La pesadilla de la seguridad privada
En los años 80 no nos dábamos cuenta, pero la serie jugaba con dos realidades que hoy nos resultan profundamente inquietantes. La primera es que la seguridad de la sociedad podría recaer en compañías privadas, cuyo objetivo principal no es proteger, sino generar beneficios. FLAG era una organización ficticia, pero hoy en día existen empresas privadas que gestionan la vigilancia, la protección civil e incluso la seguridad urbana mediante sistemas tecnológicos avanzados, muchas veces con escasa supervisión.
Todavía no hablamos de robots asesinos como en Terminator, pero la tendencia hacia sistemas semiautónomos con capacidad letal está creciendo
Según puedes leer en El País, Dubai ya ha puesto en marcha policías robots como REEM, desarrollado por Pal Robotics, que puede interactuar con los ciudadanos mediante pantallas táctiles y sensores. En 2030, se estima que podrían constituir hasta el 25% de la plantilla policial de la ciudad, un dato que hace pensar en la automatización total de tareas de vigilancia y control urbano, algo que la serie de Michael Knight solo rozaba con el humor de KITT. En Estados Unidos, la policía de San Francisco ha autorizado recientemente el uso de robots con explosivos en situaciones de emergencia, como tiroteos en escuelas o ataques terroristas. Estos robots, controlados a distancia, pueden tomar decisiones letales sin intervención humana inmediata. Es difícil imaginar a KITT aplicando la fuerza letal sin consultarte primero o colarte algún chistecito, pero estos sistemas reales no requieren consenso humano: sus decisiones están programadas para neutralizar amenazas, aunque eso implique daños colaterales. Luego ponte a depurar responsabilidades...
Una empresa de seguridad privada que lleva su negocio en un tráiler de color negro: ¿Quién no confiaría en ellos?
La segunda idea inquietante es la creciente integración de inteligencia artificial en cuerpos policiales y ejércitos. Hoy, la tecnología que antes solo era ciencia ficción forma parte de operaciones reales. Existen robots policía como los de la compañía Knightscope en Estados Unidos, perros robóticos tipo Digidog diseñados por Boston Dynamics, y sistemas de vigilancia automatizados en China que identifican a sospechosos mediante reconocimiento facial. Todos ellos funcionan sin el contacto humano directo y, en algunos casos, pueden actuar en tiempo real para prevenir delitos o neutralizar amenazas. El Diario cita que en el ámbito militar, la IA ya se ha usado para controlar enjambres de drones en conflictos como el de Nagorno-Karabaj o para mejorar la logística y la inteligencia estratégica en Ucrania. Aunque todavía no hablamos de robots asesinos autónomos como en Terminator, la tendencia hacia sistemas semiautónomos con capacidad de decisión letal está creciendo. Esto nos hace pensar en una versión moderna de KITT, pero mucho más aterradora: un vehículo o dron que decide por sí mismo quién es una amenaza y actúa sin margen de negociación. Lo menos malo que podría hacerte KITT en este caso es aparcar en doble fila y no dejarte salir.
La frontera entre la ficción y la realidad
Comparar a KITT con los robots actuales revela que la fantasía de los 80 era, en realidad, un sueño optimista. KITT podía hablar, discutir contigo, explicar su razonamiento y, si era necesario, corregir tu plan. Hoy, los sistemas autónomos no tienen empatía ni capacidad de negociación. Los episodios de Black Mirror, en particular "Metalhead", muestran un futuro donde los robots cazadores persiguen objetivos humanos sin piedad, recordándonos que la ciencia ficción puede adelantarse a la realidad y que lo que antes nos parecía divertido podría ser escalofriante. Os recuerdo que no hace tanto las tablets y pantallas táctiles era algo que solo se veía en Star Trek.
Mientras KITT representaba un aliado amistoso y confiable, estos sistemas plantean dilemas éticos y de privacidad que en los 80 eran invisibles
Los avances no se limitan al ámbito militar. Robots para patrullar aeropuertos como el H-Bot en Changi (Singapur), que advierte de peligros con sirenas y cámaras 360°, o los sistemas de control de tráfico en China, son herramientas reales que se usan para supervisar a la población. Incluso hay robots diseñados para rescate, como Kaleido, capaz de levantar a personas heridas, mover escombros y meterte el miedo en el cuerpo con su aspecto de robot asesino de peli de serie-b. Y os menciono solo de pasada los sistemas de reconocimiento facial e identificación que se dan tanto en las calles como en transporte públicos como autobuses y estaciones de tren y metro.. La línea entre la protección civil, la aplicación de la fuerza y el derecho al anonimato derecho y a la privacidad se está volviendo difusa y supone un punto de fricción sobre el que creo que no se está debatiendo lo suficiente.
Mientras KITT representaba un aliado amistoso y confiable, estos sistemas plantean dilemas éticos y de privacidad que en los 80 eran invisibles, pero que la ficción ya planteaba. No hace falta que os vuelva a hablar de RoboCop, ¿verdad?. Los sistemas de identificación pasivos constantes, la recolección de datos y la posibilidad de intervención letal llevan la fantasía de Michael Knight escenario contemporáneo sobre derechos ciudadanos y control tecnológico. Un control que, por cierto, no está solo en manos de los organismos de seguridad pública, si no en empresas tecnológicas privadas .A mí el rollo altruista de Wilton Knight y Devon Miles no me convenció nunca…
El contraste es brutal: atravesar la puerta de tu salón en un salto es algo que KITT podía hacer con estilo y diálogo ingenioso. Un robot policial moderno o un dron militar, por muy pequeño que sea, no se detendrá a escuchar tus razones. Su único objetivo es cumplir su programación, y la ética depende de quienes lo diseñaron y desplegaron, no del diálogo con la sociedad. Ver dos toneladas de metal atravesar la puerta de tu salón de un salto a lo mejor da mucho menos miedo que uno de estos robots persiguiéndote incansablemente: con KITT al menos podrías hablar y ponerte de acuerdo para arreglar los papeles de seguro.
La pregunta que surge es inevitable: ¿qué habría pensado el público de El Coche Fantástico si hubiera pensado que ese tipo de tecnología sería factible en apenas unas décadas? Probablemente la serie sería recibida con escepticismo, debates éticos y una buena dosis de miedo. Es lo que pasa con Black Mirror, y en general con la buena ciencia ficción: recordad que 1984 es una advertencia, no una guía de uso, aunque a día de hoy lo parezca.
La nostalgia nos permite recordar a KITT como un héroe artificial con personalidad, pero la realidad nos enfrenta a máquinas que pueden vigilar, predecir delitos y, en algunos casos, neutralizar amenazas sin intervención humana directa. Todos queremos vivir en sociedades más seguras, pero como dicen los marines: "espera lo mejor, prepárate para lo peor". De propina, "el que avisa no es traidor". En los años 80, El Coche Fantástico nos ofrecía una visión optimista de la tecnología. Ahora, con la perspectiva de los avances en tecnología, y especialmente viendo la deriva social y política del mundo en la última década, comprendemos que las historias de ficción podían contener advertencias implícitas, y vuelvo a insistir en "prepárate para lo peor".
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