Cuando El Exorcista se estrenó en 1973, nadie podía prever que aquella historia de una niña poseída por un demonio marcaría un antes y un después en el cine de terror. Dirigida por William Friedkin, la película no solo revolucionó los códigos del género, sino que se convirtió en un fenómeno cultural global, generando una fascinación que trascendía la pantalla y dando pie a múltiples leyendas urbanas. Claro, en aquellos años el satanismo volvía a estar de moda, ya sabéis, Charles Manson y Anton LaVey y todos aquellos años locos de New Age desvocada y los libros de Crowley en la mesilla de noche. Entre todas las extrañas y siniestras historias que rodean a esta peli, la más inquietante quizá sea la del fotograma en el que el rostro de la pequeña Regan MacNeil parece transformarse en la de una criatura demoníaca, y no debido al maquillaje o a un efecto especial.
Es una imagen que muchos aseguran haber visto "realmente" en algunas proyecciones y que ha alimentado debates entre cinéfilos y estudiosos del cine de terror. Este fenómeno, en apariencia trivial, refleja cómo la película se asentó en la frontera entre lo cinematográfico y lo sobrenatural, desafiando la percepción de lo real en la audiencia. El poder de ese simple fotograma está íntimamente ligado a la figura de Pazuzu, el demonio que posee a Regan. Interpretado en parte por la actriz Eileen Dietz, el rostro de Pazuzu surgió de pruebas de maquillaje realizadas por Dick Smith que Friedkin rechazó inicialmente para el personaje de Regan, aunque finalmente acabaron insertándose en el montaje final como flashes subliminales.
Como explica Paul Davis en su hilo de Twitter sobre los "outtakes sagrados" de El Exorcista, algunas de estas imágenes descartadas inicialmente fueron incorporadas de manera estratégica durante las secuencias del exorcismo y en el sueño del Padre Karras sobre su madre, generando un efecto perturbador. Lo que muchos espectadores percibieron como una "transformación real" del rostro de Linda Blair no es sino la potencia psicológica del montaje subliminal que se mantiene durante todo el metraje, un recurso que ha quedado inscrito en la historia del cine como una de las imágenes más icónicas y terroríficas jamás filmadas.
Dura menos de un segundo, pero este es el misterioso rotro que parece haberse colado en El Exorcista
En una experiencia personal relatada por Anthony Breznican en Vanity Fair, se ejemplifica a la perfección por qué El Exorcista lleva 50 años moviéndose entre la leyenda y la realidad. Breznican recuerda haber quedado profundamente impactado al descubrir, mientras revisaba la película en VHS con amigos, un momento que os describía al principio en que el rostro de Regan (Linda Blair) parecía transformarse de manera inexplicable en una criatura demoníaca. La escena ocurría en la secuencia en la que la joven poseída se agita en su cama frente a los médicos, y al pausar el metraje, su cara mostraba ojos como pozos negros y una expresión rígida y amenazante, sin que hubiera indicios de montaje o maquillaje perceptible en ese instante. Esta experiencia, vivida en la adolescencia, generó un miedo intenso en este periodista y alimentó la sensación de que algo realmente sobrenatural podía estar presente en la película, contribuyendo al aura de misterio y maldición que rodea al filme desde su estreno.
Décadas después, Breznican revisó la misma escena en alta definición a través de un servicio de streaming y confirmó la presencia de la imagen demoníaca, ahora claramente visible y atribuible a técnicas de montaje subliminal utilizadas por William Friedkin. El caso es que en ese fotograma en concreto, al parecer, no se realizó ninguna manipulación. Así que todo se debe a una casualidad o un mero efecto óptico.
La maldición de El Exorcista
Desde su estreno, El Exorcista fue acompañada por rumores y leyendas que alimentaron su fama de película "maldita". Se habló de accidentes en el set, incendios provocados por un pájaro que voló hacia un circuito eléctrico, y la muerte de actores secundarios como Jack MacGowran y Vasiliki Maliaros. Incluso algunos miembros del equipo técnico sufrieron lesiones graves: Ellen Burstyn se fracturó el coxis y Linda Blair sufrió una lesión de espalda que le provocó escoliosis. Según recoge Vanity Fair, los imprevistos prolongaron la producción más allá de los 200 días, lo que convirtió el rodaje en un auténtico desafío físico y emocional para todos los implicados. Y es cierto que en prácticamente en todos los rodajes ocurren accidentes más o menos graves, pero en perspectiva El Exorcista se lleva la palma.
Las leyendas sobre la película también se extendieron a los cines. Historias de espectadores que se desmayaban, vomitaban o incluso sufrían ataques de pánico corrieron como la pólvora. Eso, a nivel promocional, a la película le vino genial, todo sea dicho. Algunas salas llegaron a tener ambulancias de guardia ante la expectativa de incidentes, mientras que la policía de Kansas City y Chicago se preparaba para posibles disturbios protagonizados por grupos católicos radicales que tildaron la película de rito satánico y misa negra encubierta, directamente. Aunque muchas de estas anécdotas fueron amplificadas por la prensa, la sensación de que la película estaba marcada por una fuerza oscura se convirtió en parte de su atractivo. William Friedkin reconoció que nunca había visto nada igual y admitió sentirse sorprendido por los sucesos ocurridos durante la producción: un ambiente que muchos interpretaron como prueba de una maldición cinematográfica, aunque estudiosos y el propio Blatty atribuyen la mayoría de los incidentes al azar y al estrés de un rodaje tan complejo.
El rostro de Pazuzu que el director coló múltiples veces en la película sin que muchas veces te dieras cuenta
El fotograma maldito: ¿verdad o mito?
Entre todos los rumores, el del fotograma en el que el rostro de Regan parece transformarse en un demonio ha perdurado con especial insistencia. La escena corresponde a un montaje que combina la actuación de Eileen Dietz con imágenes del maquillaje de Pazuzu. La leyenda urbana sostiene que en ciertos cines se pudo ver a Blair "convertida" en la criatura, lo que dio pie a historias de espectadores aterrorizados y reforzó la sensación de maldición.
La sensación de que la película estaba marcada por una fuerza oscura se convirtió en parte de su atractivo
Henry Ansgar Kelly, profesor emérito de UCLA y estudioso de demonología, advierte sobre la necesidad de separar la ficción de la realidad. En su entrevista con UCLA College, Kelly aclara que el caso real en el que se inspiró la película, el exorcismo de 1949 realizado por el Padre William Bowdern, no incluyó fenómenos espectaculares como los que muestra la película. La única evidencia de posesión fueron unas marcas rojas que aparecieron en el pecho del joven, algunas veces formando palabras, y todo lo demás fue amplificado por la imaginación del autor William Peter Blatty y la creatividad cinematográfica de Friedkin. Para Kelly, la fama del fotograma maldito refleja la capacidad del cine para jugar con la percepción del espectador: "El público tiende a exagerar lo que ve, y eso se multiplica cuando se trata de fenómenos supuestamente sobrenaturales".
Posesiones infernales a lo largo de la historia
Lo que El Exorcista presenta como un demonio enfrentado a la fe cristina se inserta en un imaginario mucho más amplio y profundo, que trasciende las fronteras de la tradición católica. Las posesiones y los exorcismos no son fenómenos exclusivos del cristianismo, sino que aparecen a lo largo de la historia en múltiples culturas y sistemas de creencias. En el chamanismo siberiano, así como en diversas culturas africanas, la posesión puede tener un carácter tanto maligno como sagrado, funcionando como un canal de comunicación entre los humanos y los espíritus. En estas tradiciones, la intervención de entidades sobrenaturales no siempre se interpreta como amenaza: a veces representa la transmisión de conocimientos, advertencias o incluso la protección frente a fuerzas negativas.
De manera similar, en el hinduismo y el budismo existen relatos de seres espirituales conocidos como bhutas o pretas que pueden invadir cuerpos humanos, generando estados de enfermedad, crisis psicológicas o comportamientos inusuales. Estos fenómenos eran abordados mediante rituales específicos de purificación, cantos sagrados o intervenciones de sacerdotes y maestros espirituales, que buscaban restablecer el equilibrio entre el cuerpo y el espíritu. La intención, al igual que en otras tradiciones, no era simplemente expulsar un mal, sino armonizar la relación entre la persona y el cosmos que la rodea.
En la tradición islámica, los jinn desempeñan un papel comparable al de los demonios en el cristianismo. Estas entidades pueden apoderarse de los individuos y causarles daño físico o psicológico, y su expulsión se realiza mediante rituales y oraciones que recuerdan a los exorcismos católicos. Esta amplia genealogía cultural de posesiones y exorcismos explica por qué El Exorcista tuvo un impacto global tan poderoso: toca un miedo universal, el temor primigenio a perder el control sobre el propio cuerpo y a ser habitado por fuerzas externas e incomprensibles. De esta misma idea participa, por ejemplo, Weapons, otra peli de terror de éxito reciente. El Exorcista no inventa este miedo, sino que lo amplifica, conectando con ansiedades que han atravesado civilizaciones y épocas, lo que ayuda a comprender por qué medio siglo después sigue provocando fascinación y terror.
Pazuzu: de Mesopotamia a tu cine más cercano
Uno de los elementos más fascinantes de El Exorcista es la incorporación de Pazuzu, un demonio de la mitología asiria y babilónica. En estas tradiciones, Pazuzu era el rey de los demonios del viento, temido por provocar pestes y sequías, pero también invocado como protector frente a otros males, especialmente sobre mujeres embarazadas para protegerlas de la diosa Lamashtu. Friedkin situó la estatua de Pazuzu en Irak al inicio de la película, otorgando un trasfondo arqueológico y mitológico que diferenció al film de otros relatos de terror contemporáneos centrados únicamente en la tradición cristiana.
El rostro de Pazuzu, interpretado parcialmente por Dietz, se convirtió en un icono de la cultura popular. No solo representa el mal absoluto dentro de la película, sino que también conecta la narrativa moderna con antiguas creencias sobre fuerzas invisibles que interfieren en la vida humana. Su presencia simbólica y visual hace que la película no sea solo una historia de terror, sino una exploración de cómo los mitos antiguos siguen influyendo en la cultura contemporánea.
Medio siglo de influencia maligna
Desde su estreno, El Exorcista no solo redefinió el cine de terror, sino que generó un impacto social y cultural que sigue vigente cinco décadas después. Las escenas icónicas, las leyendas de maldiciones, los desmayos del público, las protestas y los accidentes se convirtieron en material de culto, mientras que Pazuzu trascendió la pantalla para aparecer en cómics, videojuegos, series de televisión y nuevas reinterpretaciones cinematográficas.
"El público tiende a exagerar lo que ve, y eso se multiplica cuando se trata de fenómenos supuestamente sobrenaturales".William Peter Blatty
El propio Blatty reconoció que parte del éxito se debía al sensacionalismo de la película, que amplificaba la narrativa de su novela y jugaba con la fascinación del público por lo desconocido. La combinación de miedo realista, como la escena de la angiografía de Regan, y la inserción de elementos sobrenaturales hizo que la película no solo aterrorizara, sino que provocara debates sobre fe, racionalidad y la naturaleza del mal. Como subraya Kelly, la película invita a la reflexión: más allá del susto, obliga a cuestionar hasta qué punto aceptamos hechos como verdaderos cuando están presentados como reales, especialmente en narrativas "basadas en hechos reales".
Incluso hoy, con la saturación del género de terror y la proliferación de efectos digitales, El Exorcista sigue siendo un referente ineludible. Sin embargo, lo que hace que la obra siga resonando va mucho más allá de los sustos: se inserta en un imaginario colectivo cargado de historia, mitología y fascinación por lo desconocido, recordándonos que nuestra sociedad moderna, técnica y cientificista, parece sentirse incómoda al reconocer el bagaje espiritual y sobrenatural que diferentes culturas han dejado en herencia tras milenios de práctica, como si el misticismo fuera algo de lo que avergonzarse y no una tendencia natural de nuestra conducta. No hace tantos miles de años éramos primates aterrados por el trueno, escondidos en cuevas, y aunque hoy sabemos cómo y por qué se producen los fenómenos naturales, seguimos siendo esos mismos primates frente a lo inexplicable, con los miedos primigenios latiendo bajo la superficie de nuestra racionalidad.
Entre mito y realidad
A medio siglo de su estreno, El Exorcista sigue siendo una película de referencia, tanto por su influencia en el cine de terror como por las leyendas urbanas que la rodean. Desde los accidentes en el rodaje hasta el mito del fotograma maldito, la cinta ha generado una narrativa paralela que alimenta su aura de maldición. Sin embargo, como recuerdan expertos como Henry Ansgar Kelly, la realidad detrás de la historia es mucho más prosaica: el exorcismo real de 1949 fue un hecho humano, no sobrenatural, y muchas de las imágenes aterradoras del film son fruto de la imaginación de Blatty y la maestría de Friedkin.
Pazuzu trascendió la pantalla para aparecer en cómics, videojuegos, series de televisión y nuevas reinterpretaciones cinematográficas
El legado de El Exorcista no radica solo en el miedo que provoca, sino en su capacidad para conectar miedos ancestrales, mitología y cultura popular. Pazuzu, la posesión de Regan, los mitos de la maldición y el fotograma maldito no son solo efectos cinematográficos: son símbolos de cómo el cine puede transformar la historia, la leyenda y la percepción humana en una experiencia colectiva que sigue fascinando generaciones. Medio siglo después, la pregunta sigue siendo la misma: ¿vimos realmente una presencia no humana en aquel fotograma, o fue nuestra mente jugando con el terror más primitivo? La respuesta probablemente combine un poco de ambos, y ahí reside la magia de El Exorcista.
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