En las historias sobre abducciones alienígenas hay dos particularidades que se contraponen y, sin embargo, están estrechamente relacionadas. Por un lado, todas coinciden en repetir patrones como los hombrecillos grises, sus ojos oscuros y ovalados, y las naves con una gran cantidad de luces que luego replicarían películas como Encuentros en la Tercera Fase o series como Expediente X. Por el otro, no hay evidencias históricas de relatos similares anteriores al boom extraterrestre de los 60.
Los estudios psicológicos de abducciones. Pese a que se presenta como una moda que quedó atrás tras la explosión de esas series y películas, siguen habiendo casos de personas que juran haber vivido una situación similar. Precisamente por eso se han realizado estudios con grupos de control y personas que aseguraban haber sido abducidas que llegan hasta 2005.
En todos ellos suelen repetirse esos mismos patrones que comentábamos anteriormente. Hay una unanimidad en los relatos de experiencias que, por la lejanía entre unas personas y otras, descartan que todas se hayan puesto de acuerdo para agarrarse a una retórica similar. En realidad se están agarrando a lo que los medios, la televisión y el cine les han contado como factible.
Sugestión cultural. Si en tu entorno hay cierta predisposición a creer en ángeles que guardan tu cama u hombrecillos grises que se cuelan en tu casa con sondas, tu mente está preparada para convertir una experiencia perfectamente explicable por la psicología en una evidencia. Esa sugestión, ahora ya amplificada por una creencia extendida culturalmente, procede en realidad de fuentes similares.
De la mano de películas, series y noticias en medios tradicionales bombardeando ciertas características, a menudo trasladadas a las masas como eventos reales o "basadas en hechos reales", ayudan a borrar los límites entre la realidad y la ciencia ficción consiguiendo que la sugestión se amplíe e intensifique. Que no haya casos anteriores que se agarren a esas características explica por qué ahora todos coinciden en esos detalles comunes y que antes del boom de esas mismas noticias no hubiesen reportes de casos.
Creen que es real porque realmente lo ha sido. Al menos para ellos. La clave alcanzada por esos estudios psicológicos no deriva en mentiras o un exceso de imaginación, sino en un factor común que explica por qué esas personas realmente creen haber vivido una experiencia similar. Las evaluaciones realizadas hacia personas abducidas suelen arrojar, en su gran mayoría, un denominador común: la parálisis del sueño.
El fenómeno, ampliamente documentado por la neurociencia y la psicología, plantea que al quedarse dormidas o despertar, estas personas se mantienen en un estado consciente pese a que su cuerpo, aún en estado de ensoñación, es incapaz de moverse. La tensión de la situación no se queda ahí, y a menudo va acompañada de sensaciones de presencias o alucinaciones que, ya sea por vía visual, auditiva o incluso táctil, les empujan a vivir experiencias que, sumadas al agobio, tienden a ser más traumáticas que placenteras.
Una cuestión de estadística. Cuando gran parte de los estudios sobre personas que dicen haber sido abducidas coinciden en aspectos como la tendencia a creer en fantasías, episodios de parálisis del sueño, y cierta predisposición a creer o perseguir historias similares a las que plantean el cine y la televisión, se crea un patrón difícil de ignorar.
Si bien es cierto que no mienten, y que realmente pueden haber vivido esa experiencia traumática, la diferencia entre que lo hayan hecho en su cabeza y en la vida real es considerable. No están locos o son simples mentirosos faltos de atención, simplemente han tenido la mala suerte de enfrentarse a una parálisis del sueño que en otras épocas estaban acompañadas por visiones de dioses omnipotentes y apariciones fantasmales, y que ahora traen hombrecillos grises bajo el brazo.
Imagen | Beliefholepodcast en Midjourney
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