Aunque la bajada de las temperaturas ha sido más paulatina que en años anteriores, las borrascas y el termómetro dejan bien claro que el frío y las lluvias que abren la puerta al invierno ya están entre nosotros. Con ello, el plan de manta y peli se ha vuelto más apetitoso que el de salir a la calle, pero no es el único fenómeno que trae el frío bajo el brazo. El de ver cómo la batería de tu móvil, portátil, Switch o Steam Deck cae sin control a mayor velocidad que hace unas semanas también está ahí.
No es que de buenas a primeras tus cacharros hayan decidido que la batería debe empezar a degradarse por una obsolescencia programada para llegar de la mano del frío, es que las temperaturas pueden terminar afectando a cómo funcionan las baterías de forma interna. Sin embargo, hay varios consejos que pueden ayudarte a frenar ese fenómeno.
La clave detrás de la explicación de las baterías y cómo pierden más energía con el frío está en el electrolito, el líquido por el que se mueven sus iones para transportar la carga al dispositivo en base a la demanda que este realice. Con temperatura normal, ese líquido es como el agua, pero al bajar las temperaturas empieza a parecerse a algo más denso como la miel.
Cuando el dispositivo pide más energía de lo normal, la batería intenta actuar en consonancia, pero lo que se encuentra es que no puede funcionar al mismo rendimiento. A grandes rasgos, es como intentar beber un líquido con una pajita normal o hacerlo con una mucho más fina, sigue funcionando, sí, pero el esfuerzo es mucho mayor y el líquido que absorbes todo lo contrario.
Es entonces cuando el móvil o Steam Deck detecta que la energía tarda mucho más en llegar y decide anticiparse. El cacharro piensa que si no llega es porque estamos perdiendo batería, así que el porcentaje de la misma empieza a decaer o incluso termina apagándose sin previo aviso. No es que la energía necesaria para funcionar haya desaparecido como por arte de magia, es que la batería no es capaz de entregarla bien, es que el cacharro está siendo más pesimista de lo que debería y la confusión le lleva a protegerse para evitar apagones inesperados.
El fenómeno sigue ahí, aunque de forma distinta, cuando lo que estamos haciendo es intentar cargar la batería. Como la energía no fluye igual, la velocidad de carga de la batería también se ve reducida en un intento por proteger su estabilidad y durabilidad. Tanto en un caso como en otro, la clave para evitarlo está en evitar que el frío le afecte en extremo.
Llevar el móvil en bolsillos pegados al cuerpo hace que el calor corporal ayude a mantener la temperatura y evitar esas caídas de batería, así que el fenómeno se hace menos patente que cuando lo llevamos en un bolso o mochila. En dispositivos más finos como Steam Deck o Nintendo Switch, el frío tiene mucho más fácil hacer de las suyas, por lo que lo recomendable si quieres mantener la batería es recurrir a ello cuando la temperatura sea más templada. Mejor dentro del tren que esperando en la estación, vamos. Y frente a la carga, exactamente lo mismo, en vez de enchufar los cacharros a la corriente nada más llegar, mejor esperar a que se atemperen un poco para evitar cargas lentas o problemas con la vida de la batería.
Imagen | Deiiv84 en Midjourney
En 3DJuegos | Al Imperio Romano no lo frenaba ni la lluvia ni el frío, hasta que se toparon con un río de Ourense
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