Antes de la llegada de la nueva generación de OLED, los últimos monitores del año siguen demostrando el buen hacer de la tecnología; y lo hacen en un momento interesante, además, ya que los precios de la gama alta 4K se va democratizando poco a poco, reduciéndose de los escarpados picos de los 1000 euros y con buenas ofertas, como las que nos dejó el reciente AGON AG326UD. En esta ocasión, tenemos el modelo Samsung Odyssey OLED G8 S27FG810SU, haciendo gala de su tecnología QD-OLED propietaria y con la diferencia de ser un monitor tan llamativo por dentro como por fuera, donde los fabricantes aprovechan más la oportunidad para hacer recortes.
No es el caso del G8, y es que es de los pocos monitores que han pasado por mis manos que se siente premium a la vista y al tacto. Hablamos de un chasis metálico que da gusto tocar, con una base sólida acabada en plata, brazo regulable en altura, inclinación, giro y pivote y un diseño que transmite elegancia. La sensación general que te deja en tu escritorio es de producto bien ensamblado, con piezas metálicas desde la peana, articulaciones estables aunque con algo de cabeceo y un bisel delgado que ayuda a la inmersión en contenido multimedia y juegos. No hay duda de que es uno de los monitores más bonitos que ha pasado por mi mesa y sin una necesidad apremiante de llamar la atención.
Un panel QD-OLED familiar
En el interior, y a riesgo de repetirme, nos encontramos con un panel ya bastante familiar: un QD-OLED de 27 pulgadas con una gran calidad. En este modelo, Samsung ha apostado por un acabado mate en vez de glossy. Tras haber probado ambos en varias ocasiones, en mi opinión le sienta mejor el reflectante al recubrimiento de esta tecnología que el mate, permitiendo que respiren mejor los colores en toda su profundidad, aunque lo haga a costa de algo de reflejos que sigue siendo la asignatura pendiente de la tecnología hasta que el Tandem OLED empiece a ser el estándar.
Samsung ha apostado por el gamer más entusiasta, y despliega una altísima tasa de refresco, con 240Hz
Con mate te evitarás estos reflejos, eso sí, ya que mejora la percepción con luz directa, a costa de introducir cierta microtextura que puede percibirse como pérdida de detalle en elementos muy finos. Para trabajo de oficina, es perfecto, eso sí. Con 4K de resolución, además, los problemas que suele tener la tecnología Quantum Dot con las fuentes de letra es prácticamente inapreciable. Yo escribo en uno todos los días, y pudiendo compararlo con pantallas IPS de alta calidad, es algo que no aprecio en absoluto a no ser que capture con mi teléfono.
Siendo gama alta, además, Samsung ha apostado por el gamer más entusiasta, y despliega una altísima tasa de refresco, con 240Hz en un tiempo de respuesta de 0,03 segundos. Parece que a partir del año que viene se buscará duplicar este factor, pero creedme que son más que suficientes si lo que buscas es utilizarlo para las superproducciones más demandantes en altas resoluciones y menos para el videojuego competitivo.
Color y HDR: luces y sombras
En cuanto al color, nada que se salga de lo que ya conocemos en el ámbito del QD-OLED, salvo la propia configuración del fabricante. Los negros son prácticamente absolutos, como corresponde a un OLED con esa relación de contraste de 1,000,000:1 y un brillo típico para imágenes SDR de 250 cd/m². ¿Qué hay del HDR? Lamentablemente, seguimos anclados en la certificación DisplayHDR True Black 400, algo que, si bien es funcional y puede apreciarse en picos de brillo para juegos, que hace que resalte algunos contenidos de la imagen, pero dista mucho de ser ideal tanto para ellos como sobre todo para el contenido multimedia.
Eso sí, lo bueno es que viene con una certificación de HDR10+ Gaming, por lo que te puede ayudar en videojuegos a que la imagen se configure automáticamente en las mejores condiciones para videojuegos. También habitual en esta tecnología QD-OLED es su buen tratamiento del color con una amplia cobertura P3, casi completa, y muy buena saturación sin que la imagen se sienta excesivamente artificial. De fábrica, el monitor está bastante bien calibrado tanto para juegos como para cine, aunque puede necesitar algo de retoque de usuario para profesionales del color.
En cuestión de puertos, nos encontramos con una de cal y una de arena. Algo que me ha entusiasmado es que Samsung haya pensado en aquellos que estamos constantemente manejando la parte posterior del monitor, conectando desconectando cables. Se accede a los puertos de manera frontal, en vez de situarlos en un recoveco inferior y de difícil acceso. Encontramos las clásicas dos entradas HDMI 2.1, DisplayPort 1.4 y salida de auriculares, pero su concentrador USB deja mucho que desear. Un USB-B de Upstream da lugar a solo dos salidas USB-A (una de ellas se utiliza también como Service, es decir, para actualizaciones de firmware). Pero lo peor es la ausencia de una entrada USB-C Power Delivery, excelente para portátiles.
Se entiende en productos que deben recortar por un precio más agresivo, pero no en un producto más premium como este. Un detalle que sí me ha gustado es el control OSD del monitor. Soy muy quisquilloso con los joystick y este es muy bueno, principalmente porque no hace el ruido exagerado de otros. Lo curioso es su localización: en la parte inferior del monitor en vez de la esquina inferior derecha, pero creo que tiene sentido para que permanezca accesible si tienes, por ejemplo, otro monitor pegado a su derecha. Por contra, cansa más manipularlo.
Samsung LS27FG816SUXEN, Monitor Gaming Odyssey OLED G8 G81SF de 27" 4K (3840 x 2160, 16:9, 240Hz, 0.03ms(GTG), 4K, FreeSync Premium Pro, Glare Free, Burn-in Safeguard, VESA DisplayHDR TrueBlack 400
En definitiva, el Samsung Odyssey OLED G8 S27FG810SU es una propuesta excelente, como todos los paneles QD-OLED que he podido probar este año, y si lo quieres orientado a juegos y cine, te dará exactamente lo que buscas: negros perfectos, color vibrante, y una velocidad de respuesta y refresco de lo mejor que puedes encontrar. Por contra, comparte el mismo problema que el resto de monitores y de difícil solución todavía: esa certificación de HDR400 que sigue sin cubrir las mejores experiencias de la tecnología.
En donde sí podían haber sido más ambiciosos es en los puertos, con un USB-C que se echa mucho de menos teniendo este rango de precio, ya que normalmente se puede conseguir por 899 euros, aunque ahora está rebajado por el Black Friday a 809. ¿Algo elevado para un 27 pulgadas? Sí, pero Samsung lo justifica en una palabra: el diseño. Es un monitor de una construcción sobresaliente. De acabados metálicos que luce fantástico en el escritorio y es una delicia tocar; que no solo aporta rigidez, sino que puede funcionar como disipador pasivo para evitar un poco el sobrecantamiento. Todo acompañado de una aureola LED en la parte posterior que le da un sutil aura gamer sin ser hortera. Un producto Samsung, no hay duda.
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