Los Labubu son feos y también un éxito sorpresa para todo el mundo menos para un filósofo alemán del siglo XVIII

Es el producto de moda, aunque esté en las antípodas de la belleza

Labubu
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José A. Mateo Albuerne

Jefe de Actualidad
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José A. Mateo Albuerne

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Ya sea en las redes sociales digitales, o las redes sociales físicas que son los parques o entradas de centros educativos, una moda ha empezado a golpear con fuerza: la de los muñecos coleccionables feos. Primero fueron los Sonny Angel, que se encaramaban a los móviles con ese trasero al aire tan característico, y ahora es el turno de los Labubu, unos monstruos que ondean en bolsos o mochilas, pero que también son objeto de colección para una juventud completamente loca por ellos.

Sin pecar aquí de ir en contra de las modas, hasta los fans de los Labubu estarán de acuerdo en que se trata de un muñeco que hace check en varias de las casillas necesarias para ser denominado como "feo": sonrisa malévola gigante, proporciones poco agraciadas y actitud agresiva dado su ceño fruncido. Y por eso son aún más interesantes hechos como que la primera tienda de la marca en Barcelona haya sido un éxito con colas de cuatro horas.

Pero puede que hayas leído hasta aquí y tampoco tengas demasiada idea de qué es un Labubu, o quizás sólo te suene el nombre y apenas hayas visto una foto de refilón. Pues bien, los Labubu son una creación del artista hongkonés Kaising Lung, parte de la serie Monsters de Pop Mart, y tienen un enganche de tipo llavero con el que se cuelgan de bolsos y mochilas. Parte de su interés está en que son coleccionables, sus líneas tienen unas tiradas limitadas, y cuando compras uno no sabes cuál será hasta que abres la caja.

Un éxito económico que no nació ayer

Empezaron siendo un éxito en China, facturando unos 355 millones de euros en 2024 en dicho país, sin embargo 2025 ha sido el año de la expansión por todo el planeta. Gracias a famosos, en especial a la cantante tailandesa Lisa, del afamado grupo de K-Pop Blackpink, ahora los Labubu se han visto usados como charms en bolsos y mochilas de gente de todo el mundo.

Labubu Cola en la tienda de Barcelona de Pop Mart.

Entre el gusto por estar a la moda, el miedo a quedarse fuera (FOMO), y el siempre acechante fantasma de la especulación con artículos de coleccionismo, los Labubu están siendo tremendamente rentables para sus creadores. Sin embargo, para entender el gusto por este tipo de muñecos estéticamente feos según los estándares que creemos habituales, quizás sea necesario abandonar China, Hong Kong y el Portal de l’Àngel de Barcelona para irnos a la Alemania del Siglo XVIII.

Friedrich Schlegel fue un filósofo alemán que vivió entre 1772 y 1829, años durante los cuales desarrolló tareas de crítica literaria, estudios sobre la India y también sobre diversos ámbitos filosóficos. Y eso último es lo que nos interesa, porque fue una de las voces que habló sobre la posibilidad de abandonar de forma paulatina algo que siempre había sido un objetivo en el mundo del arte: la búsqueda de la belleza.

El interés que despiertan las cosas feas

Schlegel fue afectado por cuestiones de la época como la revolución francesa o el pensamiento de Kant, lo que le hizo pensar en qué consecuencias podría tener el concepto de modernidad y cómo podría ser entendida. Reflexionando sobre las raíces del arte griego, abrió la puerta a un concepto novedoso como es que el arte tenía que ser "interesante", lo cual no necesariamente tenía que estar ligado al sempiterno concepto de la belleza.

Labubu Un ejemplo de los productos que vende Pop Mart en Barcelona.

Para él, el arte no sólo es algo bonito, su definición engloba todo lo que manifiesta la libertad humana, que genera interés y llama a la reflexión. De hecho, considera que lo feo y lo desagradable tiene cabida dentro del arte, ya que cumple los puntos anteriores. En la actualidad estas ideas están más que aceptadas, como demuestra el éxito de obras "feas" en círculos artísticos como los neoyorkinos. Winfried Menninghaus, un influyente investigador alemán contemporáneo, habla sobre como el arte que crea emociones negativas tiene efectos positivos y negativos en el observador, siendo además los negativos los que más nos hace pensar.

De igual manera, su aspecto está muy bien pensado aunque no sea propio de las clásicas proporciones áureas, al caer en el terreno de los ugly-cute. Estamos hablando de la aplicación de rasgos infantiles como ojos grandes o una cabeza redonda, a figuras imperfectas; lo cual termina por activar en los seres humanos una respuesta afectiva de protección, incluso a pesar de la falta de simetría.

Los Labubu podrían ser más bonitos, pero eso les haría un muñeco más común y menos subversivo; pero sobre todo, menos memorable. En Architectural Design hablan de este asunto, y lo denominan "el atractivo duradero del diseño feo". Paradójicamente, aunque estos muñecos son lo más comercial que alguien se puede echar a la cara, especialmente por el hecho de su gamificación en el proceso de venta aleatorio, su fealdad nos engaña con la idea de estar frente a algo genuino y nada hiperproducido.

Quizás tiene sentido también poner sobre la mesa el concepto de "micro-moda", más usado en el terreno de las tendencias, y que nos habla de conceptos, prendas u objetos que se ponen de moda durante un periodo muy corto de tiempo, pero con una gran virulencia. Sólo el tiempo nos dirá si los Labubu tienen menos recorrido aún que los Sonny Angels.

Fotos de Pop Mart.

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