No se puede negar que Sisu: Camino a la Venganza es terriblemente divertida, y que me he reído a gusto más de dos o tres veces con ella. Tampoco os puedo negar que es una peli muy tonta que repite la sangrienta propuesta de su predecesora, y que en comparación me ha gustado menos. No porque a nivel visual no suba las apuestas, sino porque en realidad el chiste de la peli ya me lo han contado y esto es como cuando te lo vuelven a contar. Si eres de los que ha permanecido ajeno al fenómeno Sisu, te puedo contar que es la mezcla de Indiana Jones, Mad Max, Tarantino y los dibujos del correcaminos, siendo el coyote todo aquel insensato con tan mala fortuna de cruzarse en el camino de su protagonista, Aatami Korpi, lo más parecido a una picadora de carne humana que te puedas imaginar.
Una secuela que sube la apuesta visual… aunque sea el mismo chiste
Ahora, antes de dar el salto a la saga Rambo, su creador Jalmari Helander nos propone una secuela que no aporta prácticamente nada a nivel narrativo, pero que quiere dar respuesta a esa pregunta que todos hicimos al acabar la primera película: "A ver qué burrada se les ocurre ahora". Y vaya si se les ocurre. En su momento, cuando os presenté la crítica de la primera entrega, os dije que quería muchas secuelas. Espero que si hay más sean un poquito más inspiradas que esta.
Sisu: Camino a la Venganza (cuyo título internacional es Sisu: Road to Revenge) vuelve a estar escrita y dirigida por Helander, con Jorma Tommila retomando su papel como Aatami Korpi, "el hombre que se niega a morir". La historia arranca en 1946, con Korpi regresando a Karelia, ahora bajo ocupación soviética, para desmontar los restos de su casa destruida y reconstruirla en algún lugar más seguro. Un propósito sencillo, incluso emotivo, que dura exactamente lo que tarda en aparecer Igor Draganov, un oficial del Ejército Rojo e infame asesino de la familia de Korpi, interpretado aquí por Stephen Lang.
Esta película solo busca la exageración máxima de la violencia que rodea a un protagonista que es simple e imposiblemente imparable
La premisa, como en la primera entrega, no necesita ni quiere más complicaciones: Korpi quiere llegar de un punto A a un punto B, y el universo entero parece empeñado en que ese trayecto implique altísimos niveles de mutilación, explosiones, desmembramientos y una total reinterpretación de la física en el planeta Tierra. Entre medias aparece Richard Brake como un oficial de la KGB que envía a Draganov en la misión de cazar al protagonista, porque si algo puede salir mal para los malos de Sisu, va a salir mal en la forma más dolorosa y exagerada imaginable.
La producción de la película ha sido una auténtica gesta para el cine finlandés. Rodada en Estonia, con un presupuesto cercano a los 11 millones de euros, uno de los mayores del país, es un proyecto mucho más grande que la original, que además contó con el apoyo del Finnish Film Foundation y con una distribución internacional reforzada gracias a Screen Gems y Sony. La película viene de triunfar en Fantastic Fest con críticas considerablemente positivas: 95% en Rotten Tomatoes, comparaciones exageradas con Mad Max: Fury Road y elogios a su imaginación a la hora de convertir la violencia en humor. Sí, todo eso está ahí. Y sin embargo….
La violencia más divertida… pero también más repetida
Lo bueno de Sisu 2: Helander tiene un talento especial para convertir el dolor físico en comedia visual. El director ha explicado que esta vez se inspiró en Indiana Jones, James Bond e incluso en las películas de Buster Keaton para crear un tono más espectacular y exagerado. Y se nota: aquí se vuela, se derrapa, se atraviesan paredes, se sobreviven explosiones imposibles y se reciben balazos con la misma naturalidad con la que otros personajes abren puertas. Korpi es prácticamente un dibujo animado de carne y hueso, uno que en cualquier momento podría sacar un cartel de "¡Ay!" al estilo del Coyote tras caer desde un acantilado. Tommila, por su parte, está magnífico. A sus años, el actor ha contado que el rodaje fue extremadamente exigente físicamente, pero que sobrevivió gracias al método de entrenamiento que aprendió del legendario director Jouko Turkka. Y esa entrega se nota.
El problema es que el menú es exactamente el mismo. Tal vez con más patatas fritas de guarnición, pero la misma hamburguesa poco hecha
El problema es que, aunque el menú visual sube de nivel, el plato es exactamente el mismo. Tal vez con más patatas fritas de guarnición, pero la misma hamburguesa poco hecha. La exageración de su violencia, divertidísima, insisto, oculta una trama tan simple que, en realidad, resulta prescindible. No pasa nada porque no es el punto, pero también significa que la película nunca sorprende en lo argumental. Lo que toca es acompañar al silencioso protagonista mientras chapoteamos en sangre, esquivamos metralla y nos sacudimos los trocitos de hueso astillado que nos hayan salpicado desde la pantalla.
La primera película funcionaba como un truco de magia: no sabías qué esperar y Helander te golpeaba con una barbaridad tras otra. En esta secuela, el truco sigue siendo espectacular, pero ya sabemos lo que va a pasar, que nadie puede detener a Korpi. Y eso le resta fuerza, porque al final esta película solo busca la exageración máxima de la violencia que rodea a un protagonista que es simple e imposiblemente imparable.
Un tramo final con menos energía de la esperada
Me gustó muchísimo Sisu en su día. Me pareció una de esas pequeñas joyas que el boca a oreja convierte en fenómeno. Y quizá por eso esta secuela me ha decepcionado un poco. No porque esté mal, sino porque esperaba una evolución, un giro, una vuelta de tuerca que no llega nunca. El esquema es prácticamente idéntico al de la primera parte: persecución, masacre, obstáculo inesperado, otra masacre aún más creativa, clímax que deja al protagonista hecho papilla pero inexplicablemente vivo. El problema es que el clímax de esta secuela, directamente, parece rodado con cierta desgana. Me ha parecido predecible y poco inspirado. Una desgana tal vez debida a las ganas de su director de saltar a una licencia más conocida como es la de Rambo.
Con todo no vas a poder soltar alguna carcajada en el cine ni ocultar un algún que otro gesto de dolor cuando veas al protagonista en pantalla como si acabara de salir de las tripas metálicas de una trilladora. ¿Es tan brillante como la primera? No. ¿Es un espectáculo macarra y exageradísimo que merece una visita al cine? Pues sí, también. Sisu: Camino a la Venganza no reinventa su propia fórmula, no profundiza en su mundo y no sorprende tanto como su predecesora. Pero sigue teniendo un encanto brutal, una violencia inventiva y una energía casi punk que la hacen tremendamente disfrutable. Es una de esas películas que, si entras en su juego, te lo vas a pasar como un niño viendo cómo los malos reciben castigos imposibles uno tras otro. Sisu: Camino a la Venganza se estrena en cines en España este 21 de noviembre. Si te va el humor negro, la acción descelebrada y la mala leche, no te la pierdas.
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