Resident Evil ha vuelto a hacernos frágiles y vulnerables. Es el mejor reflejo de cómo ha evolucionado el género

Resident Evil ha vuelto a hacernos frágiles y vulnerables. Es el mejor reflejo de cómo ha evolucionado el género

Lo que empezó con puertas chirriantes y pasos lentos terminó con explosiones y patadas voladoras

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Resident Evil 3 Remake
barbara-gimeno

Bárbara Gimeno

Colaboradora
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Bárbara Gimeno

Colaboradora

Está claro que hablar de Resident Evil es hablar de la historia viva del terror en los videojuegos. Desde su debut en 1996, la saga de Capcom no solo ha definido el género survival horror, sino que ha creado una estética y un estilo de juego que han marcado a toda una generación. Sin embargo, con el paso de los años, la franquicia, igual que todos los monstruitos que nos presenta, ha mutado: de aquellos pasillos estrechos y una constante falta de munición se pasó a explosiones espectaculares, escenarios cinematográficos y tiroteos masivos.

¿Cómo ha ocurrido esta transformación? ¿Por qué la saga más icónica del terror acabó abrazando más a la acción que a otra cosa? Este viaje entre el miedo puro y la adrenalina nos ayuda a entender no solo el ADN de Resident Evil, sino también la evolución de la industria y los gustos de los jugadores a lo largo de casi tres décadas.

Los orígenes: el nacimiento del survival horror

Resident Evil irrumpió en nuestras vidas 1996 con un planteamiento que venía del cine de serie B, de las películas de zombies clásicas y de la tensión constante. La idea era súper sencilla: encerrar al jugador en una mansión hasta arriba de criaturas mutantes, con unos recursos extremadamente limitados, y obligarlo a tomar decisiones difíciles.

La sensación de vulnerabilidad que sentíamos todo el tiempo en estos primeros juegos era la clave. La munición escasa, esos controles "tanque" de un manejo tan basto, las cámaras fijas que nos ocultaban enemigos, la falta de cintas de tinta que nos permitía guardar nuestro progreso y una atmósfera sonora ultra inquietante nos hacían estar en tensión permanente, con la gotita de sudor cayéndonos por la frente cada vez que abríamos una puerta o girábamos una esquina. El terror en Resident Evil no nacía solo de los sustos, sino de la presión psicológica de saber que cualquier error podía ser el último.

Los primeros tres juegos (1996, 1998, 1999) consolidaron entonces el concepto de survival horror, centrándose en hacernos explorar, resolver puzzles, administrar recursos y sobrevivir con lo mínimo. La experiencia no premiaba la violencia a cholón, sino la cautela.

En 2005, Capcom decidió reinventarse. Resident Evil 4, dirigido por Shinji Mikami, cambió por completo la fórmula al presentarse con una cámara al hombro, una acción trepidante, los enemigos más agresivos que habíamos visto hasta la fecha y un protagonista —mi querido Leon S. Kennedy— convertido en un auténtico héroe de acción.

Resident Evil Code Veronica Code Veronica, uno de los primeros de la saga (y de mis favoritos de siempre)

Este giro no fue pura casualidad, claro. El mercado comenzaba a pedir experiencias más dinámicas, con menos pausas y mayor espectacularidad. La tecnología de la época también permitía animaciones más fluidas y escenarios interactivos más ricos. El resultado fue un juego legendario que, paradójicamente, marcó el fin del terror clásico tal y como lo conocíamos dentro de la saga.

Aunque Resident Evil 4 conservaba elementos de los primeros juegos, con ese foco en la supervivencia, su ritmo era mucho más cercano a un shooter que a otra cosa. Las hordas de aldeanos infectados sustituyeron a los lentos zombis, y la estrategia pasó a ser más ofensiva que defensiva por obligación.

Resident Evil 5 y 6: la acción como motor

Tras el éxito de RE4, Capcom subió la apuesta con Resident Evil 5 (2009) y Resident Evil 6 (2012). En estos juegos, el terror se diluyó casi por completo, lo que convirtió a la saga en un festival de balas, explosiones y secuencias dignas de una superproducción de Hollywood.

Resident Evil 5 apostó fuerte por el modo cooperativo, introduciendo a Sheva Alomar junto a Chris Redfield. Aunque seguía habiendo monstruos y algún poquito de tensión, la mecánica sin duda le daba prioridad a la acción coordinada y al intercambio de armas, alejándose un poquito más del espíritu solitario y vulnerable de los primeros títulos.

Resident Evil 6, por su parte, llevó esta tendencia al extremo, ya que fragmentó la historia en varias campañas que tenían tiroteos constantes, persecuciones cinematográficas y enemigos gigantescos.

Muchos fans de la saga criticamos este giro. ¿Qué había pasado con el terror de verdad, con la angustia de recorrer un pasillo sin saber qué nos acecha detrás de la puerta? La respuesta tiene varios matices:

  • Cambio de público: la nueva generación de jugadores había crecido con shooters como Call of Duty o Gears of War, y pedía acción más directa, así que para no quedarse fuera desde Capcom decidieron ir un poco en esa dirección.
  • Tendencias de mercado: la industria le estaba dando prioridad a los juegos más espectaculares, con ritmos rápidos y mecánicas más accesibles para audiencias masivas.
  • Presiones comerciales: Capcom necesitaba vender millones de copias en todo el mundo, y la acción resultaba un reclamo más seguro que el terror puro, que suele ser un nicho al que es más complicado llegar.
Resident Evil 4 Remake Resident Evil 4 Remake

Tras el desgaste de RE6 y las críticas de los fans, Capcom se dio cuenta que había que volver a las raíces. Así llegó Resident Evil 7: Biohazard (2017), una especie de reseteo espiritual. Con cámara en primera persona, una atmósfera súper opresiva, de nuevo esos recursos limitados y un protagonista totalmente indefenso, el juego recuperó la esencia del survival horror adaptándola igualmente a la nueva generación de jugadores.

La familia Baker, con su terrorífica mansión y su violencia casi doméstica, le devolvió el miedo a la franquicia. El éxito de RE7 demostró que el público seguía teniendo hambre de terror del verdadero y que la acción no tenía por qué ser la única vía de evolución.

Resident Evil Village (2021) continuó este camino, mezclando la atmósfera gótica y los monstruos de cuento con secuencias de acción, pero manteniendo siempre un pulso de tensión y esa sensación de vulnerabilidad que nos agobia tanto. La saga recuperó así un equilibrio que parecía haberse perdido y los fans primigenios respiramos un poco más tranquilos.

Remakes: la nostalgia al servicio del miedo

Otro aspecto fundamental en la evolución de Resident Evil ha sido el fenómeno de los remakes, del que hablábamos hace poco. Capcom encontró en ellos una vía perfecta para actualizar el terror clásico, respetando las raíces pero adaptando gráficos y mecánicas al estándar actual.

Resident Evil 2 Remake (2019) y Resident Evil 3 Remake (2020) demostraron que los jugadores seguían valorando la angustia y la exploración, siempre que lo que viene siendo el envoltorio técnico y la jugabilidad fueran modernos y fluidos. Con estos remakes la saga ha logrado una sinergia perfecta entre el terror de los noventa y las exigencias actuales, recuperando a veteranos y enamorando a nuevas audiencias.

Si algo enseña la trayectoria de Resident Evil es que el terror no muere, sino que solo cambia de forma. La saga ha sabido mutar de acuerdo con su tiempo: del miedo claustrofóbico de los pasillos estrechos de cámara fija al horror visceral en primera persona, pasando por la acción total de las campañas cooperativas.

Resident Evil 9 Requiem Resident Evil 9 Requiem llegará el año que viene

Incluso cuando la acción parecía dominarlo todo, el ADN de Resident Evil permaneció ahí, con esa sensación de fragilidad, su estética biotecnológica y el juego con nuestros miedos más profundos, desde la infección zombie hasta la pérdida total de humanidad.

Hoy en día, la franquicia se encuentra en un punto de madurez muy interesante, siendo capaz de equilibrar la acción moderna con la tensión clásica, y siempre dispuesta a reinventarse. Quizá ese sea, precisamente, su mayor legado, el demostrar que el terror es un lenguaje flexible, capaz de transformarse sin perder su esencia.

Un espejo de la industria

La evolución de Resident Evil también refleja los cambios de la industria del videojuego. A finales de los noventa, la experimentación lo normal: cámaras fijas, controles incómodos, gráficos bastos pero llenos de atmósfera. Con la llegada de la era HD y las nuevas consolas, el público comenzó a exigir más acción y espectáculo, y la franquicia se adaptó para sobrevivir.

Hoy, en plena época de nostalgia y redescubrimiento del slow gaming, vemos cómo la balanza se vuelve a inclinar hacia experiencias más pausadas, donde el miedo recobra protagonismo. En el fondo, la historia de Resident Evil no solo habla de zombis y virus, sino de los gustos cambiantes de los jugadores, que se mueven entre la adrenalina y la tensión psicológica, según también el momento que les toque vivir.

Resident Evil es mucho más que una saga de monstruos. Es un laboratorio narrativo y mecánico, capaz de adaptarse, reinventarse y sobrevivir a casi 30 años de transformaciones. Desde el survival horror más puro hasta los tiroteos dignos de cine, la saga ha explorado todas las formas posibles de enfrentarse al miedo.

Así, cada nuevo Resident Evil se convierte en un reflejo de nuestra época, un espejo de los miedos que compartimos y también de los modos que encontramos para sobrellevarlos. Porque al final, la saga nos recuerda que, de un modo u otro, el miedo siempre evoluciona con nosotros.

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