En la redacción solemos tener el mantra de que, si no hay noticia, es que no es noticia, así que el caso de la cantante surcoreana Park Bom y la absurda cifra de 1.002.003.004.006.007.001.000.034 won por los que ha demandado al fundador de su discográfica por impago de beneficios y fraude, entraría perfectamente en ese saco. Sin embargo, ante una situación de lo más surrealista que no tardará en hacerse viral, si es que no lo ha hecho ya, nos enfrentamos a la posibilidad de arrojar algo de luz ante tanto ruido.
La situación es especialmente rocambolesca no sólo porque la cifra sea imposible, demandando una cantidad muy superior al PIB anual de Corea del Sur que, al cambio a euros, vendría a arrojar alrededor de 4 mil billones de euros, y entendiendo ese billón no al estilo estadounidense, sino traducido por millones de millones. También porque, aunque se venda como tal, en realidad no hay demanda alguna de forma oficial. Lo que sí hay es un problema mucho más grave, no sólo por el caso de la citada cantante, sino también por la industria K-Pop coreana.
En primer lugar, esto es lo que ha ocurrido con Park Bom. La cantante publicaba en Instagram una complicada carta en la que pedía una cifra a todas luces indescifrable, con números incongruentes mezclados con letras que, en medio de la traducción y adaptación para hacerlo lo más coherente posible, terminaba entregando esa llamativa cifra de 1.002.003.004.006.007.001.000.034 won. La nota de la demanda, ahora ya eliminada, anunciaba acciones legales contra el fundador de YG Entertainment que, tal y como han confirmado desde la discográfica, no se han recibido de forma oficial.
Con los productores pidiendo sosiego y privacidad tras lo ocurrido, los medios coreanos han apuntado a lo más evidente, que el estado de salud físico y mental de la cantante está lejos de ser el ideal. Con una carrera en pausa desde el pasado agosto por motivos de salud, Park Bom arrastra un largo historial de situaciones en las que tenía que dejar conciertos a medias y una investigación por importación de anfetaminas frente a la que se defendió afirmando que necesitaba medicinas para tratar su trastorno por déficit de atención.
Pese a la más que probable mofa con la que te vas a encontrar cuando veas aparecer la cifra en redes sociales compartida sin contexto, parece evidente que hay un problema que va más allá de una cifra de locura. Uno que, además, no es ni anecdótico ni exclusivo de la cantante surcoreana. El mundo del brilli brilli del K-Pop que nos llega de manos de éxitos como BTS, o el reciente pelotazo que han dado las K-Pop Demon Hunters, esconde una oscura línea de abusos y engaños con los artistas que llevó al gobierno de Corea del Sur a crear una ley específica para protegerlos.
Endureciendo los contratos para limitarlos a 7 años y obligando a las compañías a ser lo más transparentes posibles con el reparto de beneficios que estos grupos facturan no sólo a base de música y conciertos, sino también en forma de patrocinios y merchandising, el gobierno surcoreano busca proteger la fragilidad de unos jóvenes que ya han visto a estrellas caer desde lo más alto y que, pese a las leyes, siguen enfrentándose a disputas por derechos y condiciones laborales.
Imagen | Instagram
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